Dedicado al dios Moloch del poema Howl por Allen Ginsberg, quien fuera uno de los máximos exponentes de la generación beat y a quien también dedicaré algunas líneas en otra ocación.
Para mí, hablar en lenguas molochas es hablar con el alma y el corazón, es hablar una lengua incomprensible manifestada después de un ritual que involucre el dulce nepente (o amargo, según sea el caso). Muchos afirman que la lengua de Moloch es diferente en cada individuo, es por ello que cada persona debe buscar la manera de poder hablar molochiano; la primer manifestación se produce con el malestar general ocacionado por bebidas mágicas, acto seguido el individuo en cuestión se lanzará corriendo hasta el próximo ídolo de porcelana para comenzar así el ritual del habla incomprensible, antigua, única y sobre todo universal.
Mi primer contacto con Moloch y su lengua tuvo lugar una madrugada de lunes en la que estaba dispuesto a terminar Howl. Para dicha tarea no podía inducirme mediante alteraciones mentales herbales, por el contrario me vi en la necesidad de tomar una botella que contuviera el alma de Moloch, así comenzó el viaje... que después acabó en el inevitable contacto con el ídolo de porcelana de mi casa, de mi viejo baño verde; muy embriagado y conmocionado por el efecto producido de la lectura y el alcohol me arrodillé lentamente para no caerme, me doy cuenta de la hora sosteniendo un reloj de cuerda de mi padre y leo en él: tres y media de la madrugada. La hora era perfecta para una invocación, el lugar era un templo sencillamente útil.
Arrodillado, humillado ante el poder de un dios hasta ese punto desconocido, es cuando levanto una tapa asquerosa, llena de bacterias y enfermedades, miro hacia su interior y mi cara es reflejada por un destello verduzco y maloliente; ese maldito olor, el asco dentro de mi estómago explotaba dentro, fue entonces, y sólo hasta entonces, que abro mi boca, dejando salir un espíritu molesto, putrefacto; era como haberme tragado un litro de sangre, el sabor quedó en mi boca el resto de la noche y a la mañana siguiente; el demonio había sido expulsado, pero me había dejado un legado para compartirlo con el mundo: su lengua. El lenguaje era mortal, furibundo, ácido, grotesco (como Poe), con algunos trozos de comida cubiertos con jugos gástricos multicolor, simplemente asqueroso. El alivio producido de la lengua es fácil de describir, pero vale más la descripción del acercamiento con la lengua molocha.
No existían construcciones gramaticales simples, no había verbos ni sustantivos, sólo existía una serie de sonidos sucesivos y guturales, reververando en el eco una ciudad inundada de inmundicia y egoísmo.
A la mañana siguiente comprendí que aquel episodio de intoxicación era toda una revelación, que hoy día continúa como una tradición, ya sea en casa de algún espartano o de algún atemporal, Moloch se hace presente al intoxicar el cuerpo, con la finalidad de que sus secretos nos sean revelados y así liberar nuestras almas de los agridulces estertores de estar vivos, para confesarnos entre hermanos y hermanar con extraños, para recordar amores marchitos en la penumbra de una calle francófona o para vitorear las nuevas conquistas... Moloch es para todos y su significado es para quienes quieran escucharlo; su voz es infinita e irregular, su invocación es... inevitable.
Para mí, hablar en lenguas molochas es hablar con el alma y el corazón, es hablar una lengua incomprensible manifestada después de un ritual que involucre el dulce nepente (o amargo, según sea el caso). Muchos afirman que la lengua de Moloch es diferente en cada individuo, es por ello que cada persona debe buscar la manera de poder hablar molochiano; la primer manifestación se produce con el malestar general ocacionado por bebidas mágicas, acto seguido el individuo en cuestión se lanzará corriendo hasta el próximo ídolo de porcelana para comenzar así el ritual del habla incomprensible, antigua, única y sobre todo universal.
Mi primer contacto con Moloch y su lengua tuvo lugar una madrugada de lunes en la que estaba dispuesto a terminar Howl. Para dicha tarea no podía inducirme mediante alteraciones mentales herbales, por el contrario me vi en la necesidad de tomar una botella que contuviera el alma de Moloch, así comenzó el viaje... que después acabó en el inevitable contacto con el ídolo de porcelana de mi casa, de mi viejo baño verde; muy embriagado y conmocionado por el efecto producido de la lectura y el alcohol me arrodillé lentamente para no caerme, me doy cuenta de la hora sosteniendo un reloj de cuerda de mi padre y leo en él: tres y media de la madrugada. La hora era perfecta para una invocación, el lugar era un templo sencillamente útil.
Arrodillado, humillado ante el poder de un dios hasta ese punto desconocido, es cuando levanto una tapa asquerosa, llena de bacterias y enfermedades, miro hacia su interior y mi cara es reflejada por un destello verduzco y maloliente; ese maldito olor, el asco dentro de mi estómago explotaba dentro, fue entonces, y sólo hasta entonces, que abro mi boca, dejando salir un espíritu molesto, putrefacto; era como haberme tragado un litro de sangre, el sabor quedó en mi boca el resto de la noche y a la mañana siguiente; el demonio había sido expulsado, pero me había dejado un legado para compartirlo con el mundo: su lengua. El lenguaje era mortal, furibundo, ácido, grotesco (como Poe), con algunos trozos de comida cubiertos con jugos gástricos multicolor, simplemente asqueroso. El alivio producido de la lengua es fácil de describir, pero vale más la descripción del acercamiento con la lengua molocha.
No existían construcciones gramaticales simples, no había verbos ni sustantivos, sólo existía una serie de sonidos sucesivos y guturales, reververando en el eco una ciudad inundada de inmundicia y egoísmo.
A la mañana siguiente comprendí que aquel episodio de intoxicación era toda una revelación, que hoy día continúa como una tradición, ya sea en casa de algún espartano o de algún atemporal, Moloch se hace presente al intoxicar el cuerpo, con la finalidad de que sus secretos nos sean revelados y así liberar nuestras almas de los agridulces estertores de estar vivos, para confesarnos entre hermanos y hermanar con extraños, para recordar amores marchitos en la penumbra de una calle francófona o para vitorear las nuevas conquistas... Moloch es para todos y su significado es para quienes quieran escucharlo; su voz es infinita e irregular, su invocación es... inevitable.
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